Lee Juego de Tronos, bebe Coca-cola y hace botellón en casa con sus amigos, pero ahí se acaban prácticamente los intereses comunes de Alberto Garzón (1985) con la gente de su edad. Con 27 años es el diputado más joven del Congreso de los Diputados y no encuentra referentes políticos de su generación. Por ese motivo, vuelve la mirada hacia los veteranos Julio Anguita o Xosé Manuel Beiras. Acaba de publicar su segundo libro en solitario, La gran Estafa (Destino, 15,90 euros) y reconoce tener poco tiempo libre por su actividad parlamentaria y las múltiples charlas que da en toda España. Licenciado en Ciencias Económicas, la semana pasada se encaró con Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, de quien dijo que tiene “menos legitimidad que cualquier diputado” y pese a todo se permite tratarlos como a “idiotas”. Recela de los méritos habitualmente elogiados en la Transición o la Unión Europea. Tampoco las tiene todas consigo con Beatriz Talegón, la socialista que saltó a la fama por su crítica interna al PSOE. “Por lo que he visto no parece que tenga mucha sustancia”, lamenta.
-¿Cuál es el estado de la Nación?
Es el estado de la corrupción y el dominio bancario: la corrupción como algo intrínseco y enquistado en el sistema y los bancos como un lobby que tiene sus tentáculos en las estructuras económicas europeas y españolas. De ahí sale la crisis, el modelo de crecimiento, el desempleo... pero también los sobres, la Gürtel y los trajes.
-La corrupción es consecuencia del dominio económico de unos pocos.
Está claro que existe una relación muy estrecha. Hay una parte privada y una parte pública, pero me gusta distinguir el sistema capitalista (subordinado al crecimiento económico y las ganancias) del político. El capitalismo podría sobrevivir sin corrupción. Hay corrupción porque hemos heredado unas estructuras del franquismo que tienen más que ver con la mafia que con la decencia política.
-En su libro dice que la transición política a la democracia se ha quedado en “papel mojado”, pero que la económica directamente nunca existió.
La Constitución marca una readaptación, un barniz democrático necesario en el proceso de inserción en la Unión Europea. No es que la transición significase eso, pero sí jugó ese papel. En la Transición se legalizan partidos, pero no se hace un proceso de redistribución de la renta o de la riqueza. El poder oligárquico sigue siendo la misma élite vinculada entonces al franquismo.
-Y sin embargo en los últimos treinta años hemos visto un progreso del nivel de vida y consolidación de la clase media sin precedente alguno.
Pero no ha habido transición económica en cuanto a la propiedad y gestión de los recursos. [Emilio] Botín es marqués, por ejemplo. Estudiando los consejos de administración de las empresas vemos que 1.400 personas gestionan el 80% del PIB. Con todo, la gente ve en la UE la idea del progreso, porque el capitalismo ha permitido el desarrollo como parte del crecimiento, aunque fuese virtual y ahora veamos las consecuencias.
-La UE es una “dictadura de los tecnócratas envuelta en la caricatura de una Europa democrática”, dice en su libro. “¿De qué sirve la UE y sus instituciones si el único papel es el de consolidar la posición del sistema financiero, ignorando la dramática situación de los ciudadanos?”, se pregunta. ¿Cómo se puede reconocer el avance del nivel de vida de las últimas décadas, criticar la permanencia de un franquismo financiero y al mismo tiempo atribuir ambas cosas a la Unión Europea?
Hemos vivido de varias burbujas, no sólo la de ahora. Tuvimos otra en 1986 y otra en 1992 y todas están ligadas a la desindustrialización. Parte del “tú te vas a dedicar a lo que sabes hacer”, como la construcción y el turismo, mientras que para industria ya tenemos a Alemania. Para compensar, llegó el dinero para las infraestructuras y la construcción a través de los fondos europeos y los bancos. La UE propició un modelo de crecimiento que cuando quebró nos trajo hasta aquí. Es un problema del diseño de una UE en el que Alemania y España son simbióticas. Alemania produce coches para que los españoles los compren y presta dinero a españoles que se endeudan para hacerlo.
-No basta con que haya una manzana envenenada. Hay que ir a cogerla al árbol. Es decir, España podría haber evitado la burbuja inmobiliaria, por mucho que la financiación externa fuese barata. ¿No hay un pecado original... español?
Es una cuestión de los márgenes de ganancias. Nadie va a invertir en algo que ofrece un interés bajo cuando tiene la construcción, cuyos márgenes eran amplísimos. El norte vende productos de alto valor añadido, competitivos y basados en la innovación, y los del sur los producen de bajo valor añadido.
-Una de sus propuestas pasa por la desobediencia civil. También dice que cada vez hay más acontecimientos legítimos que son ilegales.
La Constitución de 1978 es el producto de un franquismo -que no muere por una revolución sino que muere en la cama- y de muchas reivindicaciones de los trabajadores. Pero otras muchas no están y las leyes tienen que seguir avanzando. Eso es obvio y ocurre en asuntos como la discriminación racial. Ahora es ilegal detener un desahucio para evitar que una persona se quede sin su casa pero legal transferir dinero a paraísos fiscales.
-¿Es legítimo aunque no sea legal asaltar un supermercado, como defendió en agosto en El HuffPost?
Asaltar un supermercado no, pero la cuestión es si es legítimo que eso sea una medida de protesta siempre que se asuman las consecuencias de la infracción. Lo que pasó con el Sindicato Andaluz de Trabajadores [SAT, que en agosto asaltó varios supermercados] es un acto de márketing. La desobediencia civil en otros niveles es el 15-M o hacer una manifestación delante del Congreso. Y funciona.
-De la lista que elabora para un nuevo Estado constituyente, la desobediencia civil y gestos como el del SAT es lo único que quizás podría no compartir el PSOE. El resto se refiere al medio ambiente, la democratización de las instituciones... ¿Qué espacio le queda a Izquierda Unida?
La coincidencia no es extraña, porque la base social del PSOE es de izquierda. Otra cosa es que la cúpula que tiene cooptada a la base social se atreviera. La mayor parte de la militancia socialista está a favor de echar a la religión de las escuelas. No lo plantean en ningún momento porque el PSOE es jerárquico y oligárquico.
-Hablando del PSOE. ¿Qué le parece Beatriz Talegón?
No la conozco. En el vídeo de tres minutos dice verdades. Lo reconozco sin problema porque intento diferenciar a las personas del contenido. En la entrevista que le hicieron a posteriori me pareció que no criticaba tanto al PSOE. Hablaba mucho sobre tópicos buenrollistas. Me recordó mucho al talante de Zapatero. Después rasqué y no encontré nada, aunque al principio hubiese dicho verdades. El incidente que tuvo en la manifestación es reprobable. Yo sí le hubiera preguntado, para informarme, dónde estaba todo este tiempo, pero me pareció injusto que la increparan identificando a una persona con los actos de su partido. Por lo que he visto no parece que tenga mucha sustancia, pero no la conozco.
-Eso pasa, en cierta medida, con el 15-M, donde hay ciudadanos que prefieren mantenerse al margen de los políticos, sobre todo los que pertenecen a grandes partidos. Y todos les parecen iguales. ¿Cómo se puede reconciliar ese desinterés con la influencia política, con algo que cristalice?
Haciendo más participativa la democracia. Sólo así. Donde hay mucha más participación, la gente no piensa en que el político es el culpable de los problemas, sino que todos los ciudadanos se consideran corresponsables de lo que está pasando. Si tuviésemos una democracia más participativa, no tendríamos a gente pidiendo más participación.
-“Lo que no está tan claro es cómo lograr cohesionar a tanta gente que, aunque sufe el impacto y la gravedad de la crisis, se mantiene al margen de las acciones políticas”, dice en el libro. ¿Cómo va en el empeño?
Creo que bien. Cada vez. Cada vez hay más gente que nos muestra su apoyo, aunque eso no sea estadísticamente significativo. En Galicia, Anova y nosotros sacamos un 15%. Veníamos de un 1% en Izquierda Unida.
-No sé de quién sería responsabilidad, si de Izquierda Unida o de Xosé Manuel Beiras (cabeza de lista nacionalista).
Nunca se puede saber.
-Lo cual es muy conveniente.
Claro, pero es importante señalar que a mí me da igual que la revolución la haga Beiras, mientras la haga. No soy corporativista, lo que quiero son hechos. Ese modelo, según la última encuesta, nos pone en el 20%. Hay que salirse del corporativismo y conectar con la gente. Nos podemos ir más lejos: Siryza en Grecia.
-Usted se siente parte de esa renovación, pero pertenece a una organización con muchos dinosaurios y algunas cabezas visibles con poco carisma. ¿Hacen falta más Albertos Garzón y menos Cayos Lara?
Cayo Lara tiene un perfil muy distinto al de Gaspar Llamazares y éste muy distinto al mío. Cada uno podemos ser óptimos para determinados sectores. Yo entiendo que calo más entre los jóvenes, por ejemplo. Esos perfiles son compatibles. Si hablamos de campaña electoral y de quién cae mejor, creo que nos equivocamos. Lo importante es el programa, la ideología.
-Cita a dos pesos pesados. Uno ha sido y el otro es coordinador federal. La semana pasada usted dijo que “no tendría ningún miedo a ser” coordinador federal. ¿Esto lo dice alguien que no quiere serlo?
Todos los que estamos en política estamos para asumir responsabilidades. No concibo que alguien de mi organización no quiera ser coordinador general. Le preguntaría... ¿por qué no? A mí me toca ser diputado, pero si la organización considera que podría ser un candidato adecuado, tendré que aceptar. No entra en mi cabeza que no sea así, salvo que tuviese algún elemento personal que me lo impidiera.
-La mayoría se suele descartar.
Para luego decir que sí. Me parece un error.
-¿Cuál es la generación política de Alberto Garzón?
No me fijo en la edad. Los partidos nunca han promocionado a gente joven. Cuando lo han hecho estaban vacíos de contenido: Bibiana Aído, Leire Pajín... No ha habido sustancia ideológica. Me siento referenciado en gente como Julio Anguita o Beiras, que son de una generación distinta. Mi generación está un poco oculta y por eso no tengo referentes de mi edad. Pero tampoco soy de ídolos.
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